miércoles, diciembre 10

madretierra

Miro hacía arriba.
¿Es el cielo? ¿Es el infierno? ¿Es, quizás, una pantalla? ¿Una ilusión?

Y abajo.
Cemento resquebrajado, reseco, tierra contaminada, infecciosa, hierbas inertes, muertas, tubos, caños, desagües malolientes, mierda y mugre.

Vuelvo a mirar arriba.
¿Importa?

Miro mis manos, mis pies mientras camino, siento mi cuerpo, siento a aquel que pasa a mi lado, miro sus caras, sus movimientos. Observo lentamente, fijamente, el transitar colectivo, la inercia masiva, moviéndose en conjunto pero aislados, desentendidos del otro, ignorándose recíprocamente. Contemplo como cada uno parece habitar su propio universo individual.

La tierra bajo mis pies sangra, llora, cada vez más, pisada e ignorada, escupida, dejada de lado.
Llora porque le robaron todo, su belleza, su energía, su pureza.
La taparon, la cercaron, la modificaron y la explotaron sin piedad, ni clemencia.

Sangra y grita cada vez más fuerte, aterrorizada de que nadie pudiera escucharla.