lunes, abril 4

Inicialmente uno tiene un compendio considerablemente complejo y cuantioso de expectativas en lo que a estar con un otro refiere: Lo disfrutamos en las películas, lo vimos en las calles y lo asimilamos en el interior de nuestros hogares.
Tal vez quererte ahora sea mandarte un mensaje, o recordar saludarte por tu cumpleaños vía alguna red social. Sospecho que hace unos años quererte era aceptar un baile con vos mientras los padres miraban de reojo desde un costado. Quererte quizás todavía más atrás en el tiempo era callarme aunque no estuviera de acuerdo. ¡Quererte hasta hubiese podido ser mirarte pasar desde una ventana, distraído, sonriéndole a otra!
Pero de todas las maneras que podría o debería haber elegido, no fue ninguna de esas:
Elegí quererte llenándome de energía yo por ese amor, elegí quererte tanto que te quiero de lejos, aún con espacio y tiempo de por medio. Elegí quererte pero no dirigirte ese amor hasta que no sea el momento adecuado. Elegí, en vez, querer a todo lo que me rodea, con sus defectos y fallas, porque todos necesitan ser queridos y entendidos. Elegí quererte, y elegí quererme a mí misma.