sábado, diciembre 31

Viaje de la Trilogía Andina.

Querrá cargarse la salvación de todas las almas,
una a una,
sobre sus hombros.
Creerá (intentará pensar),
que cuando llegue a la cumbre
no quedará nadie sin sanar.
Será total, completa, uniforme, armónica y universal:
Sólo si todos los seres alcanzan aquella cima.
Arrastrados, llevados, empujados a la fuerza, o de la forma que sea.

Así comienza su viaje.

Empero, se desprenden,
una a una,
queriendo quedarse como rocas por la vía.

Avanza solo,
como le dijeron que sería.

Profanará,
primero y desesperado,
todas las tumbas de aquellos que le precedieron,
buscando en vano,
las palabras justas que necesita.

Se hundirá en la tierra,
y tomará forma de serpiente.
Allí surcará las napas y les dará forma.
Hundirá sus marfiles punzantes
en el corazón mismo del centro de la tierra.
Y morirá, extasiado y desvaneciente.

Transmutará hacia arriba.
Su hechura será la de un puma,
corporal, robusto y palpitante.
Entonces devorará,
y de todo aquello que devora,
devolverá
a la tierra
replicándose y muriendo copiosamente,
entre la lujuria y el hambre.

Sus partículas se agruparán:
alas y pico y esbeltez.
Soñará corrientes de aire,
y suspirará tempestades.
Sus ojos lo percibirán todo,
y su ser lo acogerá todo.
Mas aquel entendimiento,
no encontrará su lugar en todo lo decible por el lenguaje.
Se emanará, en cambio,
en cada instante de su aleteo,
en cada fragmento del movimiento de sus alas.
Incapturable, indecible e infinito.

Volará lejos de aquel pináculo encumbrado
que ahora intuye diminuto.