martes, septiembre 25

creerOreventar

No importa lo que hagas, o el tiempo que pase, siempre va a estar esa voz repitiendo:
No mereces nada, nada bueno, nada, nada, nada, en toda tu vida.

jueves, septiembre 20

Dame una señal de vida (aunque no la quiera oír)

domingo, septiembre 16

cuevas

Creí en vos como un ciego que deposita toda su confianza en la vista de un guía, o como un creyente moribundo en su dios, porque siempre fue más fácil creer que ver la realidad, áspera y amarga como siempre lo fue. No te culpo por desilusionarme, como no culpé a Dios por esas tantas veces que me falló (porque al fin aprendí que no existe más que el destino irónico y una cronología ridículamente repetitiva, y culpar a los demás por nuestras fallas solo es prueba nuestra falta de consciencia e inmadurez), pero sí te culpo del frío, la oscuridad y el silencio, porque siempre supe vivir con éstos, como única realidad conocida y aceptada, como el único mundo que supe ver, hasta que me mostraste el calor y nunca jamás me pude olvidar de él, así como de tu voz. Pero nada más cruel que haberme dado un fósforo en mi penumbra y enseñarme la miseria en la que vivía sin saber. Y ahora los recuerdos parecen sueños lejanos, prefiero pensarlos como irreales e inexistentes, porque nunca voy a llegar a salir de mi luctuosa realidad.

IndiferenciA

Qué alma putrefacta y estancada termina por ser aquella que lo único que supo y aprendió es lastimarse y lastimar a los demás. ¿Es que realmente no encontramos más placer que en una herida? Tanto propia como ajena; el dolor que nos unió puede separarnos hasta el punto en el que el querer se transforma en un monstruoso sentimiento voraz de deseo y repleto de contradicciones, tan oscuro y profundo, que es mejor odiarte que necesitarte. 

miércoles, septiembre 12

soga.nudo.techo.

No me dejes pensar más, por favor. Me hace tan mal querer entender(me).

martes, septiembre 11

Mientras la resina putrefacta se acumula bajo tus tobillos, tallando espirales de ciempiés, rezás un adiós inoportuno e inhalas la sangre que alguna vez te dio la paz que creíste tener.
Combatiste contra mil guerreros sedientos y mortificados, viste la amargura en sus ojos y aprovechaste el momento para destrozar el último hilo de vida de quién ya no lo quiere.
Pero ese haz de luz, momentáneo y vagamente existente, te dio tanto para ver y te dejó tan ciego.
Realidades alternas, silencios mezquinos, enredaderas paradójicas, cimientos huecos, religiones sin fe, cielos de cemento, y sobre todo, cadenas.
Cadenas.
Indesatables, indestructibles, religiosas, sociales, económicas, sentimentales, políticas, ambiciosas, restrictivas, profundas, rectas, superficiales, paternales, inseguras, pero nunca reales.
"Sentí como si el último barco que podía rescatarme de mi isla desierta pasara a lo lejos sin advertir mis señales de desamparo. Mi cuerpo se derrumbó lentamente, como si le hubiera llegado la hora de la vejez."