Qué alma putrefacta y estancada termina por ser aquella que lo único que supo y aprendió es lastimarse y lastimar a los demás. ¿Es que realmente no encontramos más placer que en una herida? Tanto propia como ajena; el dolor que nos unió puede separarnos hasta el punto en el que el querer se transforma en un monstruoso sentimiento voraz de deseo y repleto de contradicciones, tan oscuro y profundo, que
es mejor odiarte que necesitarte.
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