martes, septiembre 11

Mientras la resina putrefacta se acumula bajo tus tobillos, tallando espirales de ciempiés, rezás un adiós inoportuno e inhalas la sangre que alguna vez te dio la paz que creíste tener.
Combatiste contra mil guerreros sedientos y mortificados, viste la amargura en sus ojos y aprovechaste el momento para destrozar el último hilo de vida de quién ya no lo quiere.
Pero ese haz de luz, momentáneo y vagamente existente, te dio tanto para ver y te dejó tan ciego.
Realidades alternas, silencios mezquinos, enredaderas paradójicas, cimientos huecos, religiones sin fe, cielos de cemento, y sobre todo, cadenas.
Cadenas.
Indesatables, indestructibles, religiosas, sociales, económicas, sentimentales, políticas, ambiciosas, restrictivas, profundas, rectas, superficiales, paternales, inseguras, pero nunca reales.

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