martes, junio 7

hoy.

Mire sus profundos ojos, contemplé los cristales de ámbar que parecían brillar desde más adentro que su iris, me sumergí en ese lago que me invitaba a desnudarme, a quitarme los ropajes y las chucherías, a filtrarme por aquellos espacios donde la luz todavía no ha llegado nunca, en aquellos tipos de relieves que se generan en torno a la retina, que me piden que los camine, que los susurre, que los bese. Cierro mis ojos y aún así te veo mirándome por dentro, abarcando cada pellizco de mi piel, produciendo corriente e imantándome hacia vos. Exhalo y salen de mí las palabras no dije, las preguntas que nunca pude formular, exilio de mi ser toda perorata sobre prejucios, anhelos, deberes y otras adicciones. Inspiro y viene junto al aire la brisa que corre acariciando el río, el calor de la yema de tus dedos, la clorofila del pasto que me abraza las piernas. Inhalo las burbujas de aire en lo profundo del agua, la risa de la chica que está sentada por allá, la pereza del cemento de aquel banco, la amabilidad del sol de invierno. Les regalo un final abierto y un millón de momentos así.

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