martes, octubre 6

me es muy complicado (por no utilizar el término imposible, que siempre es tan variable), explicar lo confuso, frustrante, agonizante, tedioso, monstruoso, asqueroso, repugnante, meláncolico y deprimente (aunque el termino etcétera sería mas adecuado, porque nunca paran de surgir adjetivos negativos), que es sentirse ajeno a sí mismo, y con esa constante extrañeza al verse, al ver tus pensamientos transformados en acciones, al comprobar tus dimensiones, al palpar los latidos, a sentir el ardor de los rasguños, al captar luces y sombras, al ocupar un lugar en el espacio, al sentir cualquier clase de dolor físico, al percibir texturas, al rozar del aire por la garganta, al sabor captado por la boca, al tener frío y calor, y al necesitar descansar la mitad de lo que nos cansamos, y la sensación mucho más que confusa de sentir que, de algún modo, este no es un lugar permanente, sino más un cuarto aquilado, es simplemente una residencia con estadía a corto plazo, es otro ser extraño, y yo solamente lo habito en el escaso tiempo que dura una vida .

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