martes, diciembre 7

Imaginate esto,
el cielo se encuentra algo gris, hay una temperatura cálida, pero una suave brisa te corre por la piel y te refresca. ¿Lo vas sintiendo?. Una leve llovizna empieza a mojarte, pero no te tapas, ni corres hacia algún techo, continúas caminando bajo ella, mientras con sus suaves gotas, casi minúsculas, te hacen cosquillas en la piel. Miras hacia tu al rededor, todas construcciones muy burgueses, y te encuentras justo en un punto en que puedes ver a la perfección el Big Ben, con todo su maravilloso esplendor. ¿Lo estás viendo?. Empiezas a caminar con un ritmo más musical, la lluvia siempre te provoca eso, te dan ganas de bailar bajo ella. Así que esta vez, sin pudor, caminas dando saltitos, pisando divertidamente los charcos que se han ido formando, el agua moja tus piernas, que agradecidas éstas de que le quites el calor que tenían, continúan con su improvisada coreografía. Escuchas una música, aunque al poner el oído más atento, descubres que es tu mente la que la canta vivazmente. Es una canción que sueles poner en esos momentos tristes, de angustias, sientes como algo te recorre la piel, es esa canción, que ahora está denotando felicidad. ¿La escuchas?. En ese momento te paras en seco. ¿Te diste cuenta?. Sí, eso que estabas sintiendo era felicidad. Buscaste durante mucho tiempo determinar el momento mismo de la felicidad, y es ahí, justo en ese instante es donde lo encuentras.
Entonces te das cuenta de lo que está ocurriendo, sonríes a ti misma. Ya te encuentras en el puente, levantas una pierna, te trepas un poco, levantas la otra, y con un poco de inestabilidad consigues pararte. Extiendes tus brazos, sientes bien fuerte la brisa fresca, que arrastra lo que ahora son fuertes gotas de lluvia, que pegan en tu cara, ya con el maquillaje corrido. Cierras tus ojos, disfrutas el momento, lo agarras bien fuerte en tu mente. Te concentras muchísimo en él, y en nada más, en ninguno de los problemas que te aquejan estos últimos meses, o de toda tu vida. Y liberas tu cuerpo, que ahora se encuentra cayendo a muchos metros del agua, golpeado por el aire que intenta detener tu caída. Te zambulles por completo en el agua fría. Abres los ojos, todo está azul, y luego comienza a oscurecerse, como si la noche se hubiera metido adentro del agua, para arroparte en sus húmedas sábanas.
¿Lo viviste?

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